Chile tiene su propia Academia de cine
Esta nueva asociación busca promover la creación de las artes audiovisuales en nuestro país y en el extranjero. Por primera vez, la película que representará al país en los premios Oscar y Goya, fue elegida por los miembros de la Academia de Cine de Chile.
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Cumple 30 meses, una vida incipiente que suma 235 miembros y que ya cuenta con su primera película escogida para representar a Chile: El agente topo, de Maite Alberdi. A mediados de enero sabremos si la cinta queda seleccionada en los Goya, y en marzo si será una de las nominadas a Mejor película extranjera en los Oscar.
Hasta el 2019, el proceso para seleccionar a la película que competiría en estos certámenes, recaía en el Consejo del Arte y la Industria Audiovisual (CAIA) del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. Este año, a través de un inédito convenio de colaboración público privada, anunciado en el mes de agosto, se estableció que la Academia de Cine de Chile es la entidad a cargo de dicho proceso.
El productor Giancarlo Nasi (35) es el fundador de la Academia de Cine y su actual presidente. Cuenta que la idea surgió desde la Asociación de Productores de Cine y Televisión. “Yo era director de la APCT y en un momento me preguntaron quién iría a la reunión anual de las Academias de cine. Respondí: “Pero si no tenemos Academia”. Resulta que llevábamos ocho años asistiendo en calidad de observadores y eso que ya teníamos dos premios Oscar, era casi escandaloso. Países como Paraguay, con películas de menor impacto internacional, tenían Academia”.
Giancarlo Nasi, presidente de la Academia de Cine de Chile.
Así es como se decidió a crear una. Luego vino un proceso de dos años para entender cómo funciona este tipo de organización privada sin fines de lucro, y todo lo que implica su desarrollo.
¿Por qué es importante que exista una Academia cinematográfica? “A diferencia de cualquier gremio, sindicato o Estado, este es el único organismo privado, apolítico, independiente y autónomo que representa a todos los cineastas por igual otorgándole visibilidad a un conjunto de oficios: maquilladores, vestuaristas, directores, animadores, montajistas, guionistas, actores y actrices, directores de arte y sonidistas, entre muchos otros”, explica Nasi haciendo énfasis en su transversalidad.
La ministra de las Culturas, Consuelo Valdés, asegura que la participación de películas chilenas en festivales internacionales es un anhelo que seguirán apoyando desde el Estado: “A partir de este convenio, se viene a consolidar el modelo público-privado del sector audiovisual nacional”.
Agrega que el Ministerio de las Culturas financiará las campañas de las candidatas chilenas a los premios Oscar, Goya y Ariel 2021, y que la Academia de Cine será la encargada de ejecutar la estrategia de promoción para “avanzar y conseguir los preciados galardones”.
Consuelo Valdés, ministra de las Culturas.
Durante este tiempo el ministerio y la naciente Academia han trabajado mano a mano en una transición. Su directiva la completan Muriel Parra (vestuarista) como secretaria y Estefanía Larraín (directora de arte) en la tesorería.
En enero de este año se sumó la productora Josefina Undurraga como coordinadora general. Todavía no tienen oficinas, lo cual este 2020 no ha sido limitante considerando que cada uno trabaja desde su casa a causa del Covid-19.
Flexibilidad mundial
Las Academias de cine se reconocen entre ellas como organismos privados y se facultan para trabajar juntas. La más antigua es la de México y la más reconocida es la de Estados Unidos, a través de los Premios Oscar.
Durante este año, debido a la pandemia, todas estas asociaciones han adaptado sus criterios de estreno y de postulación a los premios, lo cual ha exigido un trabajo constante y personalizado. Los Oscar, por ejemplo, en un comienzo no querían admitir postulantes a Mejor película extranjera que hubiesen tenido estrenos solo digitales sin pasar por salas comerciales.
Lo cual para Chile era aún más limitante considerando que muchas salas cerraron meses antes de marzo, producto del estallido social. Todas las Academias se unieron entonces para solicitar mayor flexibilidad.
Undurraga y Nasi coinciden que el traspaso de los procesos de postulación a un ente privado como ellos, ha permitido trabajar con mayor flexibilidad, diálogo y eficiencia. “Ha sido un proceso de aprendizaje que sin duda justificó que exista la Academia. Cada duda que tenemos, la planteamos en distintas instancias, lo cual requiere dedicación absoluta”, comenta la coordinadora.
Giancarlo ejemplifica: “Se exige que la película postulante se haya estrenado en algún servicio de streaming “reputado” pero estos últimos meses han aparecido nuevos modelos de negocios y nuevos players. Puntoticket por primera vez vende entradas y exhibe películas en su plataforma. ¿Es un servicio “reputado”? Todas esas dudas las fuimos resolviendo de manera ágil lo cual es difícil de lograr desde un organismo público”.
Una Academia inclusiva
A comienzos de 2020 la Academia contaba con 150 integrantes y ese número aumentó a 235 a través de distintas campañas comunicacionales. El requisito para formar parte de ella es haber trabajado al menos en dos películas como jefe de departamento.
Además hay espacios para distribuidores, exhibidores, académicos u otros agentes de la industria audiovisual, los cuales se evalúan caso a caso. “La Academia tiene que tener cierto prestigio y estar en ella es una suerte de honor, pero al mismo tiempo los requisitos permiten que entre gente joven”, afirma su presidente.
Por el momento no cobran una cuota por ser miembro, como sí sucede en otras Academias del mundo, en parte porque el sector se ha visto muy golpeado laboralmente por el Covid. Pero es un debate pendiente que posiblemente se abrirá el próximo año, agrega Nasi.
Ahora su fuente de financiamiento proviene de organismos privados como Egeda, sociedad de gestión colectiva de derechos de los productores, que financia tradicionalmente a las Academias de Iberoamérica, y para las campañas de películas postulantes a los premios Oscar, Goya y Ariel, cuentan con el apoyo del ministerio.
Otra de las ventajas que sus creadores le otorgan a la existencia de una Academia, es la posibilidad de que todos los sectores del cine estén representados, lo cual hace que la votación también sea más diversa.
“Nos importa darle mayor visibilidad al rol de la mujer y de las minorías, que han estado históricamente excluidas. Ahora que existe la Academia, inmediatamente nuestra primera representante es una película documental dirigida por una mujer”, destaca el productor.
“Es un doble paso de avanzada, pero se dio de manera natural, no fue algo forzado. Es muy inusual que haya un documental compitiendo y a nivel de campaña es un mayor desafío, porque el protagonista de El agente topo no es un personaje sexy en el sentido hollywoodense pero la película contiene un discurso universal”, dice Undurraga, quien trabajó diez años como productora de cine y luego como coordinadora de la Red de Salas.
Josefina Undurraga, coordinadora general de la Academia de Cine.
El lobby es un elemento fundamental al momento de promover títulos nacionales. El trabajo en terreno transcurre sobre la alfombra roja y reuniones sociales. “Los cineastas tenemos la ventaja de que sabemos mejor cómo hacer campañas. La idea es que al ejecutar el programa en conjunto con el ministerio, este know how se transforme en política pública, de manera que el cine chileno se instale como marca”, apunta Nasi.
Él considera que un paso importante es dejar de depender únicamente de fondos públicos chilenos y/o europeos, y acceder también a fondos privados estadounidenses. Como Academia, dicen disponer del tiempo y de las redes para generar distintas alianzas con entidades como Cinema Chile o Cinedoc, de manera de “institucionalizar un espíritu colaborativo que ya existe”
Educación y pandemia
Al margen de los premios y festivales, un proyecto que entusiasma particularmente a los representantes de la Academia es el de incluir contenidos audiovisuales en la malla de estudios de los establecimientos educacionales.
“Así como se enseña historia del arte, debiese haber un mínimo de cultura sobre cine. Yo salí del colegio sin saber quién era Raúl Ruiz”, señala la coordinadora de la asociación. Lo mismo sostiene su presidente, agregando que el primer paso debe ser investigar y que en ese sentido la Academia de España ha realizado una labor digna de estudiar.
“Los niños tienen un montón de acceso a videos y no saben lidiar con eso, muchos psicólogos recomiendan incluir el lenguaje audiovisual en las asignaturas básicas”, complementa Nasi.
Respecto de los efectos que dejará la pandemia, ambos coinciden que habrá un modelo híbrido entre lo presencial y lo digital, y que el cambio en los hábitos de consumo audiovisual se aceleró.
“Las plataformas de streaming son como los nuevos estudios de cine que surgieron en los años 30s. Netflix es como MGM, Universal como HBO, y así. El problema en cuanto a libre competencia es que ahora el productor es también el exhibidor, lo que genera concentración vertical.
Por otra parte, los festivales están aceptando películas de grandes audiencias y el streaming incluyendo títulos de autor. Son nuevos cruces. Todos tenemos que repensarnos, pero por alguna razón las salas de cine nunca mueren. No murieron con la televisión, ni con el pirateo de VHS, ni con el tv cable, ni con Internet”, concluye el presidente de la Academia Cinematográfica de Cine.
Un productor, de película
Antes de convertirse en presidente de la Academia de cine, Giancarlo Nasi se graduó en Ciencias Políticas con Maestría en derecho económico de la propiedad intelectual en la Universidad Sciences Politiques de París.
También asistió a la Escuela de Cine de la Universidad de Sao Paulo, y ya titulado de abogado, cuando tenía 23 años, vivió en Vietnam y trabajó en la agencia de medios WPP, en Ho Chi Minh, de productor de contenidos brandeados de televisión como Vietnam Next Top Model.
Tuvo la posibilidad de hacer carrera allá, pero después de un año decidió volver a Chile y se transformó en abogado asociado del estudio Alessandri & Co. "Siempre me gustó la política y el cine, me especialicé en propiedad intelectual como una manera de acercarme a ese mundo", afirma.
Hace ocho años se dedica a la producción de cine, entre sus últimas películas se encuentran Blanco en Blanco, de Theo Court, La Tierra y la Sombra, ganadora del premio Caméra d'Or en el Festival de Cannes y Los Versos del Olvido, de Alireza Khatami, que debutó en la sección Orizzonti del Festival de Venecia.
Su formación de abogado, dice, le ha servido para negociar y también para aplicar capacidad de síntesis. "Siempre que entro a la sala de edición, logro conceptualizar las imágenes y eso ayuda a apretar la mano. Creo que es una manera de estructurar la mente".